¿Has
sentido alguna vez que compartir es morir? Mi hermana sí. Cuando yo me compro
algo de comida y ella dice que no quiere comprarse porque no tiene hambre pero
luego coge de lo mío. En esas ocasiones, mi hermana ha sentido claramente que
compartir es morir (porque a mí me entran instintos asesinos, se entiende).
Pero
así, en general, al menos cuando no hay comida de por medio, compartir es
vivir. Un paisaje, el fútbol, un concierto. Hay veces, incluso, que tu
generosidad está que lo tira y hasta llamas a toda la familia para que se
lleven en un tuper un trocito de la tortilla tan rica que
te ha salido, porque compartida sabe mejor. Sí, hay veces que incluso habiendo
comida de por medio, ¡queremos compartir! El ser humano
es maravilloso...
Pues aunque no lo parezca, los científicos también son seres
humanos. Y por eso ellos, ¡también quieren compartir! ¿Qué iban a hacer los
pobres todo el día en el laboratorio, si luego no tuvieran a quién contarle lo
que han descubierto? Claro hombre, a ellos les gusta que les escuchemos, es
natural. Aunque es verdad que algunas veces, por no decir el 100%, las
publicaciones científicas son muy poco entretenidas. No pasa nada. Los
científicos han pensado en todo, y tienen un arma: La divulgación. (Claro que
no son el único colectivo con armas. También está, por ejemplo, el colectivo de
los idiotas, del que forman parte algunos hombres, mujeres y viceversa, entre
otros, que paradójicamente son muy inteligentes y se están forrando con su arma
de destrucción cerebral masiva, pero eso es otro tema).
El caso es que divulgando, la ciencia sale de los
laboratorios, del gel de agarosa, del acelerador de protones y de otros
artilugios incomprensibles, para fascinarnos a los de a pie, a los que nos
asombra el mundo y nos intriga lo mismo una estrella nueva que un gato alemán
metido en una caja y que vive simultáneamente en infinitos universos paralelos.
¿Y qué mejor que divulgar ciencia, que practicar esta magia, en
una ciudad con un color muy, pero que muy especial?
Fueron dos días completitos de charlas y mesas redondas en los que cupo de todo: Desde una diminuta neurona, hasta el cosmos entero. Y para terminar, un espectáculo apoteósico de The Big Van Theory!
¿Qué más se puede pedir? mmm...¿recibir un premio? Eso sí que sería ya lo más. Pues hubo incluso dos asistentes que ¡hasta se llevaron uno! (Recordad, esa era la excusa inicial). Muchos fueron los aguerridos que, en su ansia por compartir sus inquietudes litero-científicas, participaron en el certamen. Pero sólo dos los ganadores: En narrativa Pedro Torrijos, con su relato sobre un suicida visionario; y en divulgación Sergio Parra, con una explicación muy convincente y detallada sobre la anatomía de un pedo. ¡Léelos! Yo, mientras tanto, me voy a poner una velita para que haya muchos más eventos tan interesantes como éste, en una ciudad tan mágica como esta.
0 comentarios:
Publicar un comentario