miércoles, 16 de abril de 2014

La doble hélice de ADN, ó la trágica historia de Rosalind Franklin

Hay veces que por cotidianas, a las cosas deja de dárseles la importancia que merecen. Es lo que pasa, por ejemplo, con el ADN. Hay días en los que, por lo menos yo, no pienso ni una sola vez en él. En lo más profundo de cada una de las células de nuestro cuerpo se encuentra la información más valiosa del mundo ¡y nosotros ni lo pensamos! Andamos por ahí haciendo y deshaciendo, sin ser conscientes de que acarreamos continuamente 113.000 millones de kilómetros de un código que describe hasta el más mínimo detalle las instrucciones de la vida. Y luego nos sorprendemos de que el intestino mida unos cuantos metros y sea capaz de digerir los nutrientes...

Si quieres ver un poster muy interesante con unos cuantos datos sobre el ADN para hacerte el cultivado en la próxima reunión social, pincha aquí (y luego vuelve aquí, se entiende). Si no te interesa ni el ADN ni hacerte el cultivado, y lo que quieres es saber cual es la trágica historia de Rosalind Franklin, sigue leyendo.

Puede ser coincidencia, o solo una de estas bromas que a veces gasta el destino, pero si hoy en día sabemos tantas cosas sobre la molécula que almacena los genes es gracias a una mujer que, como al ADN, no se le dio la importancia que merece.Esa mujer dio, hoy hace 56 años, su vida por la ciencia (literalmente), y se llamó Rosalind Franklin.


Rosalind Franklin

¿Has oído hablar alguna vez de la doble hélice de Watson y Crick? Si has estudiado ciencias seguro que sí. Es el nombre que se le da a la estructura tridimensional que tiene el ADN en el espacio. Lo de "doble hélice" es porque la forma es una doble hélice, y lo de "de Watson y Crick" es porque la descubrieron Watson y Crick. O al menos, porque el mérito se lo llevaron Watson y Crick.

Estos dos personajes han pasado a los anales de la historia como dos científicos brillantes, que entregaron al mundo uno de los descubrimientos más importantes del siglo XX. La historia que hay detrás, sin embargo, es mucho más sórdida. Es una historia triste, de celos y traiciones.

Hace 63 años, en Cambridge, el destino, caprichoso, quiso que el mundo conociera por fin la naturaleza de la molécula de la vida, y decidió cruzar los caminos de cuatro personajes notables para que unieran fuerzas y la descubrieran, sin tener ningún tipo de escrúpulos sobre cómo se las apañaran o la relación que pudieran tener entre ellos.

Todo comenzó cuando la joven química británica, Rosalind Franklin, se incorporó al laboratorio del King´s College, donde ya otro científico, Maurice Wilkins, trabajaba por descubrir la estructura del ADN. La relación entre los dos comenzó directamente mal. Ella era una mujer (motivo suficiente de recelo en la sociedad de aquella época), y para más inri, mordaz, inteligente y atrevida. Él era tímido, escurridizo e inseguro. Desde el principio Wilkins sintió hacia ella desagrado por el choque entre sus personalidades, pero cuando el jefe de ambos encargó a Rosalind trabajar en el proyecto de Wilkins, además de asignarle la ayuda del previo ayudante de éste, Ryan Gosling, el desagrado se convirtió en odio.


Maurice Wilkins, tramando venganza /fuente

¿Se le puede juzgar? ¿Cómo se sentiría Maurice? Yo me lo imagino desplazado, dolido y rechazado. Y si me recreo un poco más hasta le veo su despacho, mascando rencor y tramando venganza, con la postura un poco encorvada que producen los celos. Y todo por culpa de quién. ¡De una mujer! Y encima, según dicen las malas lenguas, insolente y atrevida.

Fue entonces cuando hicieron su aparición otros dos personajes en esta historia. Dos personajes que quizás debieran haber sido secundarios, y sin embargo acabaron como protagonistas. Ellos también ansiaban descubrir la estructura del ADN. Sus nombres, Watson y Crick. Su mérito, oportunismo desmesurado.

La investigación es a veces una selva despiadada en la que se pisa, muerde y roba para llegar a ser el rey. Y en el mundillo de la biología molecular de principios de los 50, esta lucha era particularmente encarnizada porque estaba en juego una pieza especialmente suculenta. La estructura del ADN estaba a punto de ser descubierta y todos querían ser el protagonista del hito pues sospechaban que, como pasó realmente más tarde, llevarse el mérito significaría la fama eterna. 

Rosalind también participaba en esta lucha, y lo hacía de manera experta. Quizás su fallo fue no haber sido más precavida. Su craso error fue actuar como si fuera un hombre. Porque un hombre podía ser decidido y eficaz, y entonces se le respetaba y admiraba. Pero si lo era una mujer, lo más fácil que podía pasar era lo que pasó. Que continuaran una discriminación que ya comenzó su propio padre, cuando en sus años mozos se negó a que Rosalind entrara en la universidad alegando que aquel no era sitio para mujeres (todo el mundo sabe que el sitio de las mujeres es la cocina). Que la hicieran de menos, aprovechándose de su trabajo pero sin hacerla partícipe de sus éxitos. Y todo esto, mientras le ponían motes ridículos y hacían comentarios sobre su pelo, que, desde luego, no venían al caso(1).

Rosalind, mirando pensativa hacia su futuro

Pero total, dejémonos de filosofar. Pasó que un día, tras mucho trabajo y esfuerzo, Franklin consiguió tomar una fotografía muy muy interesante del ADN, conocida como fotografía 51.


Y pasó también, tras mucha desfachatez y caradura, que Wilkins la cogió, sin su permiso, para enseñársela a Watson y Crick. Fue tan reveladora la imagen, que un mes después Crick, engreído, fue capaz de proclamar en un bar mientras tomaba una cerveza que Watson y él habían descubierto el secreto de la vida (1).Cuatro meses después, su modelo salió publicado en Nature. Nueve años después, Wilkins, Watson y Crick, recibieron el Nobel de Fisiología y Medicina. 

Pero no acabó ahí la cosa. Tras este incidente los tres parásitos vivieron una larga vida de reconocimiento social y éxitos. No importaron los métodos que utilizaron para conseguir su fin. Tampoco importaron declaraciones posteriores, como las hechas por Watson, calificando a los negros como una raza inferior (fuente). No. El mundo les reconoció y les reconocerá siempre como los genios que descubrieron la estructura del ADN.
Watson y Crick, postureando con su modelo de la doble hélice

Y Rosalind, mientras tanto, en el cajón del olvido. 

Tras el capítulo triste del ADN, Rosalind Franklin se retiró a Birkbeck a seguir su carrera discretamente, y murió muy temprano, a los 38 años, de un cáncer causado probablemente por su continua exposición a rayos X. Exposición gracias a la cual tomó la famosa fotografía 51. Exposición gracias a la cual, hoy conocemos el ADN en profundidad y han visto la luz multitud de curas para enfermedades. Exposición gracias a la cual, hasta el día de su muerte, en el currículum de Wilkins, Watson y Crick lució un premio Nobel. 

Rosalind, me da igual lo que diga la comunidad científica internacional, me da igual el nombre que tenga la doble hélice, hay muchos que no te olvidamos, y que te agradecemos, especialmente en el aniversario de tu muerte, que dieras tu vida por la ciencia. De parte de toda esa gente ¡Gracias!







(1)- La doble hélice, James D. Watson


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