domingo, 20 de julio de 2014

Tomografía computarizada

Un tomógrafo es, simple y llanamente, un aparato con forma de tubo bastante grande (la grandeza del tubo puede variar) que sirve para tomar imágenes en rodajitas de lo que le metas dentro.

Tomógrafo/ Fuente

¿Y cómo lo hace? En resumen, y para que te tranquilices si alguna vez tienes que someterte a una, se trata de atravesarte el cuerpo en todas direcciones con diferentes armas físicas y luego reconstruir la información recibida para recrear las secciones. Hay diferentes armas físicas (llamémoslas fenómenos físicos, mejor, que suena más inofensivo) que pueden usarse. Pueden ser, por ejemplo, rayos X. Se lanzan a lo que se quiera tomografiar desde todos los ángulos y, según su capacidad de atravesarlo, se obtienen imágenes más o menos blancas. Luego, con la ayuda de las matemáticas se crea una imagen que, bastante fielmente, refleja lo que tenemos por dentro, o al menos su resistencia a los rayos X, en secciones.


Fuente
Esta tomografía muestra una "rodaja" de un tronco que ha sufrido una contusión pulmonar. En la parte de abajo se ve la columna vertebral (la persona está tumbada boca arriba), y encima y a los lados se ven los pulmones, más borrosos. La flecha azul muestra una costilla rota, y la roja una hemorragia.

Como ves, no hay nada que pueda ocultarse a los ojos de la ciencia. A uno le pueden inspeccionar ya hasta el interior de las entrañas, en todas las dimensiones. ¡Qué poca intimidad!

En fin, sigamos con la historia del tomógrafo que reveló a James Fallon que era un psicópata...

Los psicópatas son gente corriente

El día en que James Fallon descubrió que era un psicópata, no le dio la menor importancia. O eso dice, porque ya se sabe que uno no se puede fiar mucho de esta clase de gente. Aunque yo, para ser sincera, sospecho que es cierto. Me imagino que la información le entró por las orejas y él la procesó diligente, con calma, de la manera fría que caracteriza a los verdaderos psicópatas. Supongo que su psicopatía le ayudó a averiguar qué era lo mejor que podía hacer con ella, y sobre todo, con el hecho de que estuviera demostrada. Porque el mundo es un lugar de grandes peligros, pero también de grandes oportunidades para el que sepa aprovecharlas. Y así sucedió que James, que era una persona de lo más normal y corriente, pasó a ser asesor en el Pentágono, escritor, divulgador, famosillo en el mundo de la farándula neurocientífica y alguna que otra profesión que la ocasión requiera. Porque ser un psicópata da mucho caché.

Pero a ver, a ver, empecemos por el principio:

James Fallon era un apacible padre de familia, que veía el baseball por la tele y hacía barbacoas los domingos con los vecinos (la verdad, no sé si veía el baseball y hacía barbacoas, es por ponernos en escena) dedicado a la enseñanza de neurobiología en la Universidad de California Irving (esto sí es cierto). Además de enseñar, estudiaba, entre otras cosas, la actividad cerebral de personas con trastornos mentales, uno de ellos la psicopatía.

Por eso sabía que los psicópatas tienen una personalidad particular. Que son en esencia fríos, manipuladores y egoístas. Que no sienten la menor empatía por nadie y que si muestran sentimientos afectivos son simulados, como parte de su estrategia para obtener algún beneficio. Sabía que pueden ser encantadores, y que no conocen la culpabilidad. Que son arrogantes, e impulsivos.

Y sabía también, por su profesión, que si son así es porque sus cerebros son diferentes. Las áreas de la corteza prefrontal, lóbulos temporales y amígdalas son áreas muy relacionadas con la empatía (porque habitan entrañables neuronas espejo), el comportamiento moral, y el miedo, entre otros sentimientos, y James sabía de buena mano que en los psicópatas, estas áreas muestran una menor actividad, y que si uno mira una tomografía cerebral de uno de ellos, ve algo más o menos así:






Por eso un día, cuando estaba en su despacho examinando tomografías cerebrales que le habían hecho a él y a su familia como parte de un estudio científico, y se encontró con que su tomografía era exactamente la que está encima de estas líneas, algo le dijo que su cerebro, el suyo propio, el que en ese instante cobijaba su morena cabeza, era el de un psicópata.

Al principio se rió, no le dio importancia. Se lo contó a su mujer y esta le contestó: "No me sorprende". Bueno, respuesta chunga pero todavía inofensiva. Después se lo contó a su madre, y la respuesta ya fue ya chunguísima, y nada inofensiva. Le dijo algo así como: "Ah, si...¿Es que nunca te lo había contado? En tu familia hay 7 asesinos. Por parte de padre, claro, que yo con eso no tengo nada que ver".

Así que una cosa llevó a otra. Le realizaron pruebas varias, y en efecto, tenía las variantes de un gen, MAO-A, que se ha relacionado con conductas agresivas, así como todos los patrones de actividad cerebral característicos de los psicópatas.


En estos cerebros, la intensidad de la actividad viene reflejada según una escala de colores (rojo- máxima actividad, azul- mínima actividad). En la tomografía se puede ver que el cerebro de James Fallon (abajo) muestra menos actividad en varias áreas cerebrales.


James Fallon admite que reconoce los rasgos psicópatas en sí mismo. Que no siente empatía. Que no puede decir que ame a sus hijos ni que esté enamorado de su mujer. Que se comporta como los demás esperan que lo haga y que simula sentimientos que los demás esperan que sienta.

Sin embargo nunca ha matado a nadie (o eso parece), y su comportamiento siempre ha sido de lo más cívico y aparentemente normal. ¿Por qué? ¿Por qué nunca ha sucumbido a su naturaleza interior y manchado de sangre sus manos? ¿Dónde está la línea que separa a un psicópata asesino, de un psicópata perfectamente integrado en la sociedad?




Según él son dos las claves de la diferencia: El grado de gravedad de la psicopatía, que puede medirse por " la lista de verificación de Hare" (un test psicotécnico), y la infancia vivida. Si una persona con tendencia a la psicopatía es criada en un entorno amable, equilibrado y feliz, puede llevar una vida de lo más normal, sin que en ningún momento se apriete el gatillo que le empuje al crimen. Pero si una persona con la misma tendencia es criada en un ambiente agresivo o violento...entonces el peligro acecha en cualquier esquina, y el psicópata puede en cualquier momento mostrar su verdadera cara y dar rienda suelta a sus instintos más básicos.

Así que visto lo visto, esto deja en nuestras manos una responsabilidad enorme: La de garantizar que la vida de personas del futuro sea larga y prolífica, o que termine abruptamente fruto de la violencia. Por eso debemos hacerlo por ellos, por esos desconocidos del futuro: seamos amables con los niños. Ya sé que a veces dan ganas de matarlos, pero debemos auto controlarnos. Claro que por otra parte, no demasiado, porque si no les paras los pies luego se convierten en unos tiranos malcriados y van por ahí convertidos en adultos insoportables.

Vamos que todo esto es muy difícil, yo no sé cómo comportarme, y mucho menos desde que sé que dentro de cualquier persona de lo más normal pueden habitar las semillas de la violencia.

Una vez más, todo es muy pero que muy inquietante.