sábado, 22 de febrero de 2014

La sonrisa del axolote, o el porqué de la ciencia

La primera vez que vi la sonrisa del axolote sucedió algo terrible. Nació en mí un sentimiento tenebroso que, temo, me acompañará hasta el día de mi muerte: la zozobra.
Sentí un desasosiego inmenso que me provocó pensar en la cantidad de cosas que existen en el mundo, y yo no conozco. ¿Cómo podía haber estado tantos años compartiendo planeta con un ser como aquel, y no saberlo?



Ocurrió un día de primavera mientras estudiaba para los exámenes de Junio. Tenía ante mí los apuntes de biología que le había fotocopiado a no sé quién, que a su vez se los había fotocopiado a no sé quién (y así sucesivamente hasta llegar al autor original, que debió de ser algún estudiante aplicado que allá por los albores de los tiempos nos hizo un favor a todas las generaciones venideras) y leí lo siguiente: " Algunos animales conservan sus características físicas larvarias durante parte, o toda su vida adulta. Este es un proceso conocido como neotenia. Un buen ejemplo de ello es el axolote mejicano." ¿El qué? ¿Qué animal era ese? No lo sabía y me picó la curiosidad, así que hice lo que cualquiera hubiera hecho en mi lugar: buscar en Google. 0,15 segundos después de pulsar el botón de Enter, allí lo tenía, mirándome burlón desde la pantalla del ordenador. Desde distintos ángulos, en distintas poses y de diferentes colores, pero su sonrisa era única, y me cautivó.



Desde entonces vivo agobiada pensando en la cantidad de cosas que aún no conozco. ¿Y si hay más animales extraños de los que como hasta hace unos años del axolote, nunca he oído hablar? ¿o plantas, o fenómenos naturales? Pero qué digo, claro que los hay, ¡si yo no conozco nada de nada! Lo que yo sé no es ni la millonésima parte de todas las cosas que se saben en el mundo. Y eso por no hablar de las cosas que aún nadie sabe...¡Ay, Dios!

Por eso me gusta la ciencia, porque es mi aliada en esta misión imposible. Me gustan los científicos porque trabajan como hormiguitas en un universo gigante para proporcionarnos, miguita a miguita, información de todo tipo: las estrellas, el origen de las especies, las leyes físicas que rigen el mundo y las matemáticas que lo gobiernan, las moléculas que nos componen y los genes que las generan, el clima, las corrientes marinas y todos los especímenes que viven bajo el mar, y sobre la tierra. ¡Hasta han intentado explicarnos de qué materia está hecho el amor!

La pena es, claro, que la vida es demasiado corta como para conocerlo todo.