viernes, 21 de marzo de 2014

¡La telepatía existe! o sobre las neuronas espejo (para el que el sensacionalismo no sea lo suyo)




 ¿Has estallado en carcajadas?¿Has dejado escapar alguna risilla? O al menos...¿has sonreído un poco? Si la respuesta es NO....bueno....menos mal que hemos construído una sociedad en la que todos, mal que bien, tenemos oportunidad de sobrevivir, porque en la selva de Darwin no durarías ni dos telediarios. Si la respuesta es SI, ¡enhorabuena! eres poseedor de una herramienta poderosísima que nos viene ayudando desde los tiempos remotos, cuando la frontera entre el hombre y el mono no estaba aún definida. Es


la TELEPATÍA

...¿Cómo? 

Sí, sí. Increíble pero cierto. La telepatía existe. Quizás no de la forma en que te la imaginas. No en un plan controlado en el que podemos elegir qué y con quién compartimos información sin ni siquiera abrir la boca. Pero sí inconscientemente, sin filtro y a lo loco. Nuestra mente forma parte de una red  que nos comunica con las mentes de todos los seres de nuestro alrededor, como si fuéramos miembros de una hermandad con superpoderes.  




La fecha y el cómo del origen del lenguaje siguen siendo un misterio comparable al del triángulo de las Bermudas, pero fuera como fuera, antes de que existiera, cuando éramos humanoides con la nariz ancha y el cuello corto (llamémonos Neanderthales o Cromañones), ya nos comunicábamos los unos con los otros. ¿Cómo, si no, enseñar a cazar, o qué hierbas comer y cuáles no, cómo fabricar armas? Necesitábamos desesperadamente un sistema que nos permitiera imitar. Y no solo eso, necesitábamos también un sistema que nos permitiera comprender los sentimientos de los otros, porque somos animales gregarios y en el grupo es esencial la ayuda mutua y la solidaridad. Lo teníamos: Son las neuronas espejo.

Como su propio nombre indica, la función de estas células es la de reflejar la realidad que nos rodea. Así, se activan cuando vemos a alguien hacer algo, o sentir algo. Y esta actividad en las neuronas desencadena una respuesta que nos hace sentir como si nosotros mismos estuviéramos realizando esa actividad, o sintiendo esos sentimientos, porque casualmente estas neuronas también se activan cuando somos nosotros los que actuámos o sentimos, o simplemente imaginamos que lo hacemos.





Haz la prueba. Coge a un niño pequeño al que utilizarás como inocente conejillo de indias, y ponte delante de él. Dedícate a mirarle fijamente y mover ostentosamente la boca. Muévela como un camello rumiando, ridículamente, hacia los lados. Al cabo de un ratito (reza para que sea un ratito corto, antes de que el niño se aburra o a ti te den calambres en los mofletes), empezará a mover la boca contigo. No tan exageradamente como tú, pero sí un poco, hacia un lado, hacia el otro, y entonces es cuando te entrará a ti la risa, y tendrás que parar. ¡Has activado sus neuronas espejo! También lo puedes intentar con adultos pero mi experiencia me dice (sí, tengo experiencia en mover la boca como un camello delante de la gente...) que funciona mejor con niños. ¿Por qué? 
¿Será porque están liberados y no se reprimen cuando tienen ganas de hacer algo?¿Será porque la función de las neuronas espejo es especialmente importante durante la infancia, por la necesidad de aprender? 

Ahora lo entiendo todo, por eso lloré viendo el Rey León, ¡porque vi la carita de Simba y mis neuronas espejo me hicieron sufrir con él! Aunque lo de que me hicieron sufrir con él es un decir. Sufrí yo sola, porque al fin y al cabo Simba era un dibujo animado.


El pobrecito Simba sufriendo por su padre. ¿No te da pena?


Pero hay algo más, algo tremendamente inquietante. Tus neuronas saben de quién te puedes fiar, y de quién no. Y como lo saben se han ocupado de todo y han establecido redes invisibles más fuertes con aquellas personas con las que estás más unido. Por eso tu dolor es real, tremendamente real, cuando ves a tu hermano, a tu madre o a tu padre sufrir dolor, y no lo es tanto cuando ves a un desconocido sufrir por la tele, y mucho menos si es un desconocido que además es de un país lejano y con facciones muy diferentes a las tuyas.

Pero esto no sólo ocurre con los sentimientos. De la misma manera, las probabilidades de que bosteces son mucho más altas si ves a tu hermano bostezar que si ves a alguien cualquiera bostezando en la calle.


Imagen tomada de Sinapsis Social

Claro que no todos tenemos la misma cantidad de estas neuronas, así como no todos somos igualmente empáticos. Un ejemplo extremo sería el caso de los psicópatas, quienes no sienten dolor al observar el dolor ajeno, ¿será por déficit o mala función de sus neuronas espejo? Igualmente, se cree que estas células o más bien la falta de ellas pueden tener algo que ver con enfermedades como el autismo o síndrome de Asperger, lo cuál explicaría por qué las personas aquejadas de estos trastornos tienen problemas para interpretar los gestos o sentimientos ajenos.


Y lo más sorprendente es que estas neuronas suponen sólo un tipo de los miles que trabajan sin descanso en el kilogramo y pico de masa al que llamamos cerebro.

Una vez más, este órgano ha demostrado que no es la maraña de carne blancuzca y deslavazada que parece. Todo lo contrario. En realidad es una máquina tremendamente sofisticada en la que no sobra ni falta una sola pieza, y en la que todo está pensado.

Por lo visto no es suficiente con que sea capaz de procesar imágenes para que podamos ver, o que nos permita abrir la boca y expulsar discursos sin que tengamos siquiera que pensar sobre cómo hemos de mover los labios o la lengua. No es suficiente con que nos permita montar en bicicleta, seguir el ritmo en el baile o recordar tiempos mejores. Ahora resulta que además de todo eso,  se ocupa de todos los asuntos que a nosotros no nos incumben, y se dedica a controlar continuamente cómo se sienten, y cómo actúan, los demás.

¡Ubuntu! ¡Todos somos uno!