sábado, 5 de abril de 2014

Quizás la aurora te pille en chanclas


Si hay algo que no suele fallar en las listas de "Cosas que hacer antes de morir", aparte de hacer puenting o tirarse en paracaídas, es sin duda ver una aurora boreal. Hay mil maravillas en el mundo, pero innegablemente las luces del norte son una de las más deseadas. Hay quien dice que han disfrutado de un gran marketing publicitario, y otros que opinan que nos fascinan porque los humanos somos un poco luciérnagas y nos atrae irresistiblemente todo aquello que tenga forma de luces que se mueven (llamadme sensible, pero a mi me emociona ver una Queimada , y, ¿cómo se llena de gente la plaza cuando hacen los fuegos artificiales en las fiestas del pueblo?).


Gente atraída irresistiblemente por los fuegos artificiales / fuente

En fin, que si eres una de esas personas con una lista de cosas que hacer antes de morir, y en ella se encuentra la obligada visita a las auroras boreales, estarás ya preocupado pensando que hay que ir ahorrando para el billete a Islandia, ¡y para el abrigo! Porque allí hace un biruji...¿verdad?

Entonces, tengo una buena noticia para ti. Bueno, también tengo una mala, pero la mala te la doy luego...La buena es que ¡Quizás no haga falta ni que salgas del barrio! Porque de vez en cuando, las auroras boreales pueden verse en los sitios más insospechados.Y con insospechados me refiero a sitios, como por ejemplo, Villabollullos del Condado. Y con de vez en cuando, me refería a unas pocas veces por cada siglo, para el caso de España. Sí, es improbable, pero ¿Quién te dice a ti que no te vaya a tocar estar ahí una de esas "pocas veces"? Así que estate atento...

A veces, el sol ruge con tanta fuerza que los efectos de la tormenta alcanzan distancias extraordinarias (Si quieres saber qué tienen que ver el sol, una tormenta, y una aurora boreal, pincha aquí!), y algunos ciudadanos mondos y lirondos habitantes de latitudes bajas son bendecidos con este espectáculo celestial.

Se han visto en Wisconsin, Hawai, Singapur y hasta en el Caribe. En España también se han visto algunas, la última en 1989. Pero hace ya mucho desde que en la Península se vio la aurora más memorable. Una aurora que impresionaría a algunos, y a otros, por desgracia, les dejaría impasibles, hartos de ver el cielo rojo por otros motivos. Me estoy refiriendo a una aurora aparecida en toda Europa en una noche trágica, una noche cualquiera de 1938, cuando España estaba inmersa en una cruenta guerra y el mundo se encontraba a las
puertas de otra.


Recorte del New York Times que se hace eco del
caos que cundió en Europa

Aquel invierno el astro rey se encontraba especialmente activo, y el viento solar peinó el planeta. Las partículas eyectadas por el sol entraron en contacto con nuestro campo magnético y revolucionaron las moléculas atmosféricas, que excitadas, se lanzaron a emitir luces de colores. Y mientras esto ocurría, en un pequeño país alrededor del paralelo 40 norte, los hermanos se mataban.

La noche del 25 de Enero, todo aquel que miró al cielo desde cualquier punto de España pudo verlo teñido de rojo. Algunos, obviamente, pensaron en bombardeos o incendios lejanos. Otros, en señales místicas de furia celestial por la sangre derramada, y ¿no habría acaso algún que otro republicano que, en un momento de debilidad, pensara que quizás si hubiera un Dios allí arriba, y estaba de su lado?

Muchos católicos, por otra parte, vieron en este fenómeno la realización del segundo misterio desvelado por la Virgen de Fátima a los niños pastores. "Cuando ustedes vean una noche iluminada por una luz desconocida, sepan que esto es el gran signo dado a ustedes por Dios que él está a punto de castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, el hambre y las persecuciones de la Iglesia y del santo Padre".  Dos meses después de esta noche, Hitler invadió Austria. La segunda guerra mundial estaba comenzando.

Hasta aquí la buena noticia (Sí, ya sé que hemos estado hablando de guerras, pero a donde quería llegar no era ahí, sino a que a lo mejor tenemos la buena suerte de contemplar una aurora boreal sin comerlo ni beberlo).

Ahora me toca dar la mala: Cuando aparecen auroras boreales a latitudes bajas es debido a que la actividad solar es más intensa de lo normal, y expulsa hacia nuestra atmósfera una cantidad ingente de partículas cargadas que alteran en gran medida nuestro campo geomagnético. No es que a mí me haya importado mucho nunca el campo geomagnético, la verdad, pero por lo visto pueden ocurrir todo tipo de hecatombes cuando se altera: Cese de la electricidad, de las comunicaciones, de los satélites, peligros para los astronautas, radiaciones, animales desorientados...

¿Cómo te quedas? Yo confusa. Mi corazón dividido entre la ilusión de poder ver una aurora boreal en chanclas, mientras tomo un mojito en Chiclana, y el miedo a que el apocalipsis nos alcance justo después de dar el último trago.






El increíble viaje del plasma rebelde por el espacio exterior, o, ¿Cómo se origina una aurora boreal?


Hace ya mucho que sabemos que las auroras boreales ni son antorchas que los espíritus muertos encienden para iluminar el camino a los recién llegados, como cuenta la leyenda inuit, ni son los brillos que desprende la nieve bajo la luz de luna tras ser lanzada al cielo por la cola de un zorro, como cuentan en Finlandia. Sabemos que, como para cada vez más cosas, la ciencia tiene una explicación que fulmina sin piedad lo poético de estas leyendas. Aunque es injusto decir que la ciencia fulmina lo poético, cuando la propia ciencia es poesía pintada en el cielo.

Aurora boreal sobre el lago Bear, en Alaska / fuente


Pero al grano ¿Sabes cómo se forma una aurora?

Todo comienza en el corazón de una estrella gigantesca a la que se lo debemos todo: El sol. Allí, en lo más profundo de esta bola de fuego, se encuentra una central nuclear enorme que está creando energía continuamente. Esta energía fluye y se mueve a sus anchas a través del plasma solar (plasma es un estado de la materia, como gas, pero parcialmente cargado eléctricamente), generando corrientes y turbulencias ardientes como las que habría en una olla llena de lava hirviendo (seguro que hay algún centro de investigación por ahí en el que tienen ollas gigantes llenas de lava hirviendo).

la superficie bullente del sol, en la que se inicia la tormenta

En las capas más superficiales del sol, y tentado por la menor presión y temperatura del espacio, el plasma huye hacia el exterior cual adolescente rebelde agobiado por el calor y la presión familiar. Y a todo esto, siempre que hay partículas cargadas que se mueven se forma inevitablemente un campo magnético, que es algo que no ves, pero que existe, está en todas partes y determina nuestra existencia.

Pues bien, esto es una tormenta solar, y así es como comienza la historia del increíble viaje del plasma y su campo magnético.

Tras 18 horas de espídico vuelo, el plasma alcanza nuestro planeta y a su paso por él, fluye a lo largo de las líneas de campo electromagnético de la Tierra, hacia los polos. Pero nuestra atmósfera no es un espacio vacío, vía libre para plasmas y otros viajantes, y las partículas invasoras chocan contra los átomos y moléculas que habitan nuestra ionosfera y nos los dejan excitados y revueltos. Al volver a su estado basal de energía, emiten luz. Según de qué átomo se trate, y de qué salto energético pegue, esta luz es de distintas formas y colores.



Esto son las auroras polares, boreales si se forman en el polo norte, y australes si se forman en el sur.

Y aquí te dejo un video, por si no te ha gustado mi explicación y te resulta más creíble si te lo cuenta una voz grave y seria del departamento de física de la Universidad de Oslo.